Libros de maternidades

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Desde que nació mi hija, la vida se me dio la vuelta como un calcetín y no he parado de buscar referentes, ojos en los que verme, espejos sin deformar donde parar a observarme. Todo esto comenzó al otro lado del mundo, y aunque tenía amigas madres y feministas, me faltaban a veces las caras de mis redes de siempre, así que hice lo que siempre hago. Lo que por mi (de)formación sé hacer mejor: Enterrarme entre libros.

Comencé con los de crianza. La inexperiencia de primeriza y el terror a no hacerlo bien me apremiaban. Miles de millones de juicios de valor y consejos no solicitados ─ además de contradictorios─ se aliaban con mis revueltas hormonas, con la falta de sueño y con el estrés de una lactancia nada fácil para crear un monstruo enorme de ruido, culpa, miedo y soledad como jamás había conocido antes.

Durante los primeros meses de vida de mi hija ─ en realidad hasta hace poco más de un año─ viví con el miedo constante a joderle la vida para siempre, a provocarle una enfermedad terrible o hacer de ella una persona infeliz. En todos los trabajos te puedes equivocar, pero este va de que la persona que más quieres en el mundo, no solo sobreviva, sino de que viva feliz y bien. Algo que ─ según creía yo en esos momentos, porque la maternidad de tan solitaria, nos devuelve en bucle desde la criatura a nuestro propio ombligo─ dependía única y determinantemente de mí. Y así conocí a Rosa Jové, a Carlos González etc. Algunos me ayudaron bastante, otros todo lo contrario, aunque en términos generales fui consiguiendo hacerme fuerte en mis decisiones. Dejé de temer hacer con la niña lo que yo creía que era correcto. Sin embargo, si pude salir del hoyo, eso fue gracias a mi amiga Katty, que aun no era amiga, sino mi asesora de lactancia y a mi amiga Luna. ─ Gracias infinitas, hermanas─.

Cuando ese miedo se empezó a disipar y comencé a hacerme consciente de que no era una inútil absoluta y de que mi hija podría no solo sobrevivir, sino ser bastante feliz a mi lado; empezó la gran crisis de identidad. Supongo que ocurrió poco a poco, aunque mi sensación es que de repente me di cuenta de manera profunda de que ya no era más esa mujer que era antes. O que no solo. O que la que era antes me quedaba lejos y no sabía desde dónde ni cómo mirarme (y esto incluía el espejo). O que miresusté no sé quién soy, de dónde vengo, ni a dónde voy, porque entre pañales, no me da tiempo a pensarme.

Decía mi terapeuta ─ ¡Hola Helena! ¡gracias por todo!─ que tenía que conectarme con mi yo emocional y dejar de intentar racionalizarlo todo. Permitirme sentir sin culpas. Era la hora de dejar de intelectualizarlo todo para empezar a fluir. En efecto, eso era lo que tenía que hacer ─ reconozco que en esas sigo─ pero creo que he encontrado mi propia forma de hacerlo: leyendo y escribiendo. De modo que durante el último año me he rodeado ─esta vez no me he enterrado en ellos, porque han sido parte de la cuerda para salir del pozo─ de muchísimas lecturas para entender por lo que estaba pasando.

Algunas de las páginas con las que me topé no me han gustado nada. Otras a veces sí, y a veces no; y también, claro, ha habido varias que me han encantado. Sin embargo creo que todas me han servido para encontrar mi voz, entenderme, y entender lo que hay en las cabezas de otras madres; a través de todas ellas he encontrado pistas para mi propio camino.

Además, por primera vez en mi vida, en comparación de lo que me ha pasado al leer sobre otros temas, he conectado al menos una vez o durante unos segundos con todas las autoras y todos sus testimonios. He entendido y empatizado en algún momento hasta con las propuestas menos parecidas a mí ¡Incluso con las que he detestado! Hasta ahora ninguna experiencia me había proporcionado una sensación de sororidad tan tremenda como la de las maternidades. En el buen sentido diré sororidad, aunque reconozco que, en el no tan bueno, la sensación a la que me refiero roza más bien el gregarismo: Me he dado cuenta de que de tan castigadas que solemos estar, las madres tendemos a buscarnos entre nosotras para darnos la razón y apoyarnos hasta en situaciones en las que no estamos siendo justas con las criaturas.

En cualquier caso, mientras reflexiono y sigo erre que erre leyendo de estos temas, dándome vueltas desde las experiencias ajenas y sistematizando en palabras las mías, me crecen las ganas de decir muchas cosas, de leeros muchas otras… Son tantas las horas que he dedicado a textos de otras mujeres y sus maternidades, que he decidido sacarle algo más de jugo empezando una sección con reseñas de esas lecturas. Quizá alguna así podrá encontrar algo que le interese con más facilidad. También podríamos debatir sobre algunos de los puntos más problemáticos, o podríais decirme qué otras interpretaciones veis posibles.

En fin, abro la caja, Pandoras mías, a ver qué damos a luz.

5 comentarios en “Libros de maternidades

  1. Josefina Alix

    Está maravillosamente escrito y descrito. Alabo tu capacidad para reflexionar sobre este tema porque yo nunca la tuve, nunca supe exactamente lo que me había pasado. Simplemente fui tirando para adelante en absoluta soledad y haciendo, mejor o peor, lo que buenamente podía. Al leerte, envidio esa capacidad tuya para la reflexión que, aunque con mil dificultades, penas y pesares, te ha ido ayudando un poco a comprender y sobrellevar algo tan dificil. Enhorabuena por tu post.

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  2. Marta

    Con ganas de leer tus reseñas y encontrar joyas sin tener que cribarlas yo misma ;p. Yo llevo poquito en la reflexión de mi proceso; enriquecedor y sanador a partes iguales.

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    1. Sí, enriquecedor, sanador, pero también doloroso y duro. Tiene mucho de duelo. Y una de las cosas que tengo claras es que tiene cosas positivas, pero también muy chungas y siento que tenemos que dejar de idealizar estos procesos porque luego llegan las hostias.

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